El
llanto por el deceso del creador de una nueva patria ha trascendido las
pequeñas fronteras venezolanas; el luto es casi panamericano. Geográficamente hablando,
no más que un pequeño estado. Sin embargo, su renombrada república bolivariana
logró ir mucho más allá de la capacidad real de su economía. Hugo Chávez
rehizo, reconvirtió y amoldó su tierra entorno a un nuevo paradigma.
El
deceso de Chávez no solo es, así, un cambio de estereotipo entorno a la figura
vacante. La muerte de Chávez conlleva consigo un movimiento ideológico; el
chavismo. Muchos han avalado a su sucesor –Maduro-, nombrado por el mismísimo “Comandante-Presidente”
para la continuidad del nuevo socialismo bolivariano del siglo XXI. Sin
embargo, la subrogación de dicha ideología a “Un” personaje, es casi absoluta;
esto es, Chávez es a la vez el fútil baile mariachi, como la nacionalización –sincrónica-
del sector de las telecomunicaciones. Dicho de otro modo; el chavismo se subsumía
bajo la bipolaridad entre lo coyuntural –de un baile folklórico-, con la señal bidígita
de la deidad política –una suerte de Pantocrátor- que señalaba y mandaba la estatalización
de un sector entero de la economía.
A
la vez, asentó su economía a un desinterés entorno a las ratios macroeconómicas,
a la par que su verdadera atención yació en la clase verdaderamente empobrecida
de la sociedad. Chávez fue, indudablemente, un caudillo sensible hacia los
pobres y así lo corroboran los índices sobre la materia realizados entre 1998 y
2013; la pobreza reducida casi a la mitad. Chávez gobernó sin la sumisión a las
políticas asfixiantes de estabilidad presupuestaria que preconizan
organizaciones como el FMI.
Así,
año tras año los organismos regidos por las estratagemas de la economía de libérrimo
mercado se aventuraban entorno a la inmediata caída del chavismo, que, sin
embargo, lograba sobrevivir año tras año. Chávez, dosificaba cuidadosamente su
poder petrolífero en virtud de sus aliados más firmes y seguros –entre ellos,
genocidas de la magnitud del déspota sirio Bachar Al-Asad-.
De
este modo, y pese al apoyo hacia verdaderos regímenes dictatoriales, Chávez lograba
exportar su petróleo, y con ello promover intensas políticas sociales en su
país. La vivienda, por ejemplo, gozaba de grandes “stocks” públicos que en ningún
momento fueron susceptibles de conformar “burbuja” alguna; pues, a diferencia
de España, ésta contaba con un aval material irrevocable, el petróleo –no hay
burbujas vacuas mientras el oro negro insufla su líquido-.
Venezuela,
en cambio, ha notado muy mucho la influencia del chavismo en la estatalización
de la productividad. Los varemos anuales entorno a la competitividad relegaban
al país a posiciones verdaderamente marginales. Cierto es que, cuando la
empresa privada casi no tiene lugar, la competitividad tiende al cero. Venezuela
solo puede ser competitiva mediante la continua devaluación del bolívar; la
última, muy relevante, aconteció hace unos días, yaciendo Chávez, casi, en su
lecho mortuorio, sin capacidad de discernir.
Las
decisiones que debe resolver el chavismo, sin embargo, no son sencillas. Las
elecciones que se avecinan darán un claro triunfo al oficialismo chavista en la
medida que la idolatría y la victimización se transformen en voto. Maduro, sin
embargo, así como el conjunto de personajes que pueden tener relevancia en este
proceso sucesorio, no pueden ni podrán equipararse a Chávez, pues, pese a su
afinidad ideológica, distan leguas de lograr la capacidad de empatía de la que
gozaba el viejo Presidente. Y sobre esa capacidad, indudablemente, yace el
chavismo.
Los
próximos meses, pues, serán de tanteo; de ubicación. El chavismo, sin embargo,
ha muerto con su ideólogo. El chavismo y sus implicaciones serán muy dignas de
análisis en la politología actual –más cuando en Europa se dan a conocer personajes
de la alterpolítica, como Grillo-. El
chavismo no fue malo intrínsecamente; fue alternativo. Y ahí yace, como
verdadera fuente de ideas para los próximos años; más cuando Europa se entrega
a paradigmas socioeconómicos desconocidos. Las pregunta que nacen a raíz de lo
dicho es; ¿podría influir alguno de estos paradigmas algo relevante en el quehacer
de la política externa? ¿Hay algo exportable del chavismo a los patrones
políticos basados en la economía social de mercado?
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