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domingo, 10 de marzo de 2013

Chávez, chavismo y continuidad


El llanto por el deceso del creador de una nueva patria ha trascendido las pequeñas fronteras venezolanas; el luto es casi panamericano. Geográficamente hablando, no más que un pequeño estado. Sin embargo, su renombrada república bolivariana logró ir mucho más allá de la capacidad real de su economía. Hugo Chávez rehizo, reconvirtió y amoldó su tierra entorno a un nuevo paradigma.

El deceso de Chávez no solo es, así, un cambio de estereotipo entorno a la figura vacante. La muerte de Chávez conlleva consigo un movimiento ideológico; el chavismo. Muchos han avalado a su sucesor –Maduro-, nombrado por el mismísimo “Comandante-Presidente” para la continuidad del nuevo socialismo bolivariano del siglo XXI. Sin embargo, la subrogación de dicha ideología a “Un” personaje, es casi absoluta; esto es, Chávez es a la vez el fútil baile mariachi, como la nacionalización –sincrónica- del sector de las telecomunicaciones. Dicho de otro modo; el chavismo se subsumía bajo la bipolaridad entre lo coyuntural –de un baile folklórico-, con la señal bidígita de la deidad política –una suerte de Pantocrátor- que señalaba y mandaba la estatalización de un sector entero de la economía.
A la vez, asentó su economía a un desinterés entorno a las ratios macroeconómicas, a la par que su verdadera atención yació en la clase verdaderamente empobrecida de la sociedad. Chávez fue, indudablemente, un caudillo sensible hacia los pobres y así lo corroboran los índices sobre la materia realizados entre 1998 y 2013; la pobreza reducida casi a la mitad. Chávez gobernó sin la sumisión a las políticas asfixiantes de estabilidad presupuestaria que preconizan organizaciones como el FMI.

Así, año tras año los organismos regidos por las estratagemas de la economía de libérrimo mercado se aventuraban entorno a la inmediata caída del chavismo, que, sin embargo, lograba sobrevivir año tras año. Chávez, dosificaba cuidadosamente su poder petrolífero en virtud de sus aliados más firmes y seguros –entre ellos, genocidas de la magnitud del déspota sirio Bachar Al-Asad-.
De este modo, y pese al apoyo hacia verdaderos regímenes dictatoriales, Chávez lograba exportar su petróleo, y con ello promover intensas políticas sociales en su país. La vivienda, por ejemplo, gozaba de grandes “stocks” públicos que en ningún momento fueron susceptibles de conformar “burbuja” alguna; pues, a diferencia de España, ésta contaba con un aval material irrevocable, el petróleo –no hay burbujas vacuas mientras el oro negro insufla su líquido-.
Venezuela, en cambio, ha notado muy mucho la influencia del chavismo en la estatalización de la productividad. Los varemos anuales entorno a la competitividad relegaban al país a posiciones verdaderamente marginales. Cierto es que, cuando la empresa privada casi no tiene lugar, la competitividad tiende al cero. Venezuela solo puede ser competitiva mediante la continua devaluación del bolívar; la última, muy relevante, aconteció hace unos días, yaciendo Chávez, casi, en su lecho mortuorio, sin capacidad de discernir.

Las decisiones que debe resolver el chavismo, sin embargo, no son sencillas. Las elecciones que se avecinan darán un claro triunfo al oficialismo chavista en la medida que la idolatría y la victimización se transformen en voto. Maduro, sin embargo, así como el conjunto de personajes que pueden tener relevancia en este proceso sucesorio, no pueden ni podrán equipararse a Chávez, pues, pese a su afinidad ideológica, distan leguas de lograr la capacidad de empatía de la que gozaba el viejo Presidente. Y sobre esa capacidad, indudablemente, yace el chavismo.
Los próximos meses, pues, serán de tanteo; de ubicación. El chavismo, sin embargo, ha muerto con su ideólogo. El chavismo y sus implicaciones serán muy dignas de análisis en la politología actual –más cuando en Europa se dan a conocer personajes de la alterpolítica, como Grillo-. El chavismo no fue malo intrínsecamente; fue alternativo. Y ahí yace, como verdadera fuente de ideas para los próximos años; más cuando Europa se entrega a paradigmas socioeconómicos desconocidos. Las pregunta que nacen a raíz de lo dicho es; ¿podría influir alguno de estos paradigmas algo relevante en el quehacer de la política externa? ¿Hay algo exportable del chavismo a los patrones políticos basados en la economía social de mercado?

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