El presente artículo no tiene
más pretensión que poner sobre la mesa ciertos datos que se desprenden de las
elecciones autonómicas acontecidas este pasado fin de semana y que, en gran
medida, han sido obviados por los medios de comunicación. Así, evitando hablar
de hechos ya tan evidenciados como la sangría de votos que sufre el socialismo desde las
elecciones generales del 20-N del pasado año, se pasaran a tratar temas que
aquí se han considerado dignos de ser analizados de un modo más pormenorizado.
¿Verdadero éxito del PP?
Hay unanimidad en los medios en
resaltar que la victoria del candidato popular, Núñez Feijóo -hijo prodigo de
Rajoy en su tierra natal y apóstata de su política en los tiempos más oscuros-
representa un aval hacia los recortes sociales y hacia la doctrina de
contracción económica del gasto que ha aplicado en el Gobierno del Estado, a la
vez que constituye un balón de oxígeno en su proceder futuro. Quizá algunos
electores se hayan planteado su voto en estos términos; quizá. Sin embargo, si
consideramos, de entrada cierto este principio, finalmente, quizá, acabe
representando lo contrario de aquello que ha aparentado ser prima facie.
Pues, si, cierto es que, de
entrada, el PP “ha arrasado” con una mayoría absoluta “aplastante”. Así, no
solo se ha mantenido en el poder sino que, además, ha aumentado su
representación en 3 escaños respecto a las elecciones de 2009 ¡Y en pleno
apogeo de los recortes sociales que está llevando a término el Gobierno de Rajoy!
Sin embargo, el PP ha pasado de 789.427 votos en 2009 a 653.934 en 2012. ¿Aumentado?
No; ha disminuido, y muy significativamente –porcentualmente, el 17,2%-. El PP
ha sufrido una debacle muy considerable: ni más ni menos que por cada 10
electores en 2009 sólo 8 les han renovado su confianza en 2012.
Es evidente, pues, que,
analizando los datos, el PP ni ha arrasado ni ha logrado una cifra de electores
como para sentirse orgulloso. Hay que saber, sin embargo, que estos escaños se
generan a raíz del sistema de computación de los votos –el sistema d’hondt-
universalizado y viciado de desproporcionalidad en la asignación escaños/votos;
un sistema que ningunea a las fuerzas con menor representación ya que para cada
escaño adicional se requieren menor cantidad de votos. O, dicho de otro modo,
las fuerzas más votadas tienen mayor facilidad en lograr representación
parlamentaria –solo así se concibe que un partido que ha logrado el 45,72% de
los votos obtenga el 54,67% de los escaños (caso del PP en Galicia)-.
El voto en blanco
Casi nadie habla de él y, de
hecho, es el antiprotagonista por antonomasia. Sin embargo y, pese a que los
medios han obviado de forma clara este hecho, hay que reparar muy seriamente en
este aspecto. El voto en blanco ha aumentado muy significativamente. La diferencia en puntos porcentuales es casi insignificante, si tenemos en cuenta
que, casi siempre, este voto ha sido casi marginal. Pero, por otro lado, en las
vigentes elecciones ha habido una cantidad muy importante de personas que, trasladandose
de sus hogares a sus respectivos colegios electorales, introducieron su sobre
vacío, sin sigla alguna.
En este sentido, hay
divergencias entre Euskadi y Galicia. Euskadi parte de la legalización de un
partido que ha movilizado, en estas ultimas elecciones, gran parte del
electorado y que, por lo tanto, el voto en blanco –que, en otros momentos se
alcanzó por la vía de la nulidad, llegando a superar el 8%- no es
representativo del malestar social sino de la ausencia de una alternativa
política en la que apoyarse. No obstante, éste pasó de representar el 1,01% en
2009 al 1,29% en la actualidad. No deja de ser sorprendente que, pese a la
legalización de una fuerza que representa a gran parte de la sociedad vasca, la
opción por no decantar el voto hacia ningún lugar se haya incrementado un 21%.
En Galicia, sin embargo, el
trasvase hacia el voto en blanco es mucho más impactante; pues pese a la
marginalidad del mismo, pasa de un 1,66% en 2009 a un 2,69 en las presentes elecciones, lo que representa un incremento de un 62%.
Así, la conclusión es evidente
y, de hecho, se vincula con los datos aportados por los últimos sondeos del
CIS; la desafección política crece día tras día y cada vez más ciudadanos creen
que uno de los principales problemas que afectan al Estado español se vinculan
con la clase política; llegando a ser éste el tercer problema del país.
Izquierda nacionalista
El autentico descalabro del PSOE
y sus filiales autonómicas ha supuesto que muchos electores identificados con
el progresismo político hayan optado por otras formaciones de izquierdas. Lo
curioso de todo ello, sin embargo, es que, si bien el socialismo se identifico
con el internacionalismo durante tiempo, los nuevos panoramas que se abren en
el naciente sector izquierdo del arco parlamentario presentan una clara vocación
nacionalista -por no decir, en según que casos, directamente secesioncita-.
Cierto es que el BNG nunca ha
ocultado su posición como partido nacionalista de izquierdas –y, de hecho, eso
es lo que lo distingue fundamentalmente de CiU o del PNV-. El progresismo que
ha enarbolado el BNG, en cambio, parece haberse vuelto obsoleto. Su viejo –ya
anciano- y carismático ex-líder, Xosé Manuel Beiras, ha optado por la fundación
de una alternativa más dinámica y fresca al nacionalismo gallego de toda la
vida. Así, con la creación, por el propio Beiras, de Anova, se pretende
integrar los diferentes espectros del izquierdismo, hecho que lo ha llevado a
presentarse en una exitosa coalición con la federación gallega de Izquierda
Unida. En ese sentido, los sondeos recogían la posibilidad que esta nueva
fuerza irrumpiera en el parlamento gallego ocupando algún que otro escaño. Uno,
decía el CIS; nadie imaginaba sin embargo que iban a ser 9 y que terminaría por
relegar al BNG como tercera fuerza política.
En Euskadi el tema es
significativamente más delicado. Pues hay que decir, en primer lugar, que la
izquierda nacionalista se vincula allí, fundamentalmente, con la conocida izquierda
abertzale que, pese a su actual desvinculación manifiesta de todo tipo de
violencia, sigue manteniendo la estela que ha arrastrado durante su largo festejo
con ETA. EH Bildu, en este caso, se nutre de otras dos fuerzas que han tenido
larga tradición democrática y que se han vinculado fuertemente al progresismo
en Euskadi: Eusko Alkartasuna, de tinte algo
más socialdemócrata, y Alternativa, con una tendencia más inclinada al
neocomunismo. En todo caso, la apuesta es clara, la izquierda más radical ha
presentado un órdago nacionalista que, en muchos casos, es claramente independentista. Un modelo, sin duda,
exitoso, que ha colocado a este conglomerado como segunda fuerza del nuevo
parlamento vasco con 21 escaños y a sólo 6 del PNV.
Este cambio, que no ha sido
remarcado excesivamente a nivel mediático, ilustra un nuevo modelo social; el
izquierdismo internacionalista (o quizá, mal llamado, constitucionalista, por
ciertos medios de comunicación), que tendía a una neutralidad con lo referente
a las cuestiones de identidad nacional, ha girado claramente para abrazar lo
que parece, será su nueva posición política; esto es, la defensa de un fuerte
sentimiento patrio con respecto a las tierras de Galicia y Euskadi
respectivamente sin salirse en ningún caso de las líneas que acotan el espacio
propio de la izquierda.
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