Rem Koolhaas ha sido uno de los arquitectos más prolíficos de los últimos años. Su despacho, OMA (Office of Metropolitan Arquitecture), tiene proyectos diversos alrededor del mundo. Por otro lado, Koolhaas, ha destacado casi por igual en su vertiente teórica como en la estrictamente proyectual. En el ámbito de la teoria, pues, la gran referencia es la obra Delirio de Nueva York, un fascinante 'pseudotratado' en que pretende dar a entender, de modo retroactivo, un, también ficticio movimiento que él denomina el Manhattanismo; dentro del que jugará un papel decisivo la denominada "cultura de la congestión".
Como en todo manifiesto, Koolhaas toma una visión claramente sesgada y parcial de enfocar el mundo y, concretamente Nueva York. En este caso, en su misma historia hará recaer, en gran modo, su propia justificación proyectual. En efecto, hay un ligamen importante entre
lo que este arquitecto desarrolla con respecto a lo que ha significado el
devenir de Manhattan. En este sentido, llama la atención la posibilidad que él
plantea entorno a edificios donde cada planta es un mundo entero; integrando un universo de realidad con todas las posibilidades que de él se deriven. La congestión arquitectónica, pues, puede actuar entorno a una misma envolvente. O, dicho de otro modo: cualquier cosa puede contenerlo todo.
Así, del mismo modo en que
universos distintos son portacontenedores inmensos, la arquitectura de Koolhaas
tiene mucho a ver con respecto a la gran capacidad de reunir entorno a ella distintos programas. Dicho de otro modo, la cultura de la congestión la aplica
en la medida que sus edificios no se ciñen a un único propósito sino que
contienen en ellos multitud de funciones diversas. Incluso, cuando el proyecto
parece ceñirse a algo estrictamente monofuncional, la arquitectura del neerlandés va más
allá. En este caso puede ser paradigmática la Casa da Música de Oporto (abajo), donde, más que meros auditorios, decide condensar usos distintos, tales como zonas administrativas, de restauración
o el uso de la azotea como observatorio sobre la ciudad.
Por otro lado, cabe mencionar sus referencias hacia el método que Dalí llamo lo "paranoico-crítico". En este sentido, lo que Koolhaas y que toma prestado con respecto al genio del surrealismo es la posibilidad de crear sin ningún objeto más allá del fluir de las formas en la consciencia para, posteriormente, sublimar en lo informe una materialización racional de aquello que se había generado en la consciencia. Este procedimiento ilustra ya no solo evoca un universo formal que se limite a formas marcadamente plásticas y limitadas a un surrealismo más "canónico", en términos de representación daliniana. Esta praxis opera como método subyacente en el que lo tomado, de forma aleatoria se le asigna significado a libre albedrio, sin atender a un razonamiento más que a la inmediatez y al dictamen de la sensibilidad más pura.
En este sentido, puede ser muy ilustrativo el ejemplo de el Museo Kunsthal, de
Rotterdam. Así, en base a unos pliegues que actuan "a priori" se irán integrando un conjunto de elementos estructurales de naturaleza distinta. Estos elementos, sin embargo, son confusos y difícil de calcular como estructura en sí. Se busca, con ello, un efecto de "ready-made object", más propio de un catálogo de exposición de muestras que de una estructura real. Koolhaas, de este modo, deja entrever su
experimento visual, a la vez que lo hace plausible y realizable.
En la integración de las distintas facetas termina generándose, pues, un personaje fascinante, caudal en la historia contemporánea de la arquitectura. Pensador y creador en
ambos costados. Convicto y polémico capitalista que, a modo de estructura de
mercado, llega a asociar los países de la Unión Europea bajo un código de
barras en el que se contienen todas las banderas de los Estado miembro. Pero, sobre
todo, para aproximarse a él cabe saber leer sus obras desde su divagación
formal. Sin limitaciones. Dejándose llevar por lo más perceptivo y visual.
Dejando fluir lo critico e inmiscuirse en la pura paranoia.
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