Cáncer. Redundante entorno
al título. Cáncer; que, como término, debe, sin embargo, normalizarse en su
utilización y requiere comenzar a romper eufemismos atávicos que remiten a una
enfermedad letal y, a su vez, cada vez más corriente. Y dicha enfermedad, debe
ser nombrada sin subterfugios lingüísticos: Cáncer.
Cáncer; retomando y
redundando en un segundo párrafo que repite e intensifica su temido nombre,
mientras que, a su vez, pretende ir desmoronando ciertos prejuicios vinculados
entorno a la enfermedad tabú; aquella que solo producía –y produce
aún- defunción “tras una larga enfermedad”.
La realidad, sin embargo,
es que, como remiten los versos de Jorge Manrique, “nuestras vidas son los
ríos/ que van a parar a la mar,/que es el morir”. Y, ciertamente, la enfermedad
no entiende de distinción; pues “allí los ríos caudales/ allí los otros
medianos/ y mas chicos,/y llegados son iguales”. Versos muy pertinentes hacia
algo que no prejuzga prioridad en la predisposición a la afección. El Cáncer
afecta a todos e indistintamente.
Esa indistinción, sin
embargo, cae en el error que el paciente de Cáncer mediatizado se percibe como
alguien igualmente desigual. Ante todo debemos preguntar; ¿Es que no
presuponemos que el ser humano es igual, sanitariamente en cada uno de sus
aspectos? ¿Quizá afecta distintamente esta enfermedad a un personaje popular
que a un verdadero ignorado o marginado social? La respuesta es evidente y cabe
subrayarla: Somos socialmente discriminatorios.
Entorno a ello, se han
producido polémicas absurdas –tales como que alguien que gozara de apoyo
popular pudiese ser beneficiado por un tratamiento de la enfermedad que,
parafraseando a Manrique, no entiende de caudales-. Sin embargo, los virtuosos
que, por fortuna, han salido adelante, venciendo las vicisitudes de esta grave
dolencia y se han incorporado a sus antiguos oficios, tienen muy mucho de
ejemplar; pues demasiados son los que quedan ocultos e ignorados por el gran
velo del desconocimiento popular.
Pero, lejos de
menospreciar el rol de estas personas, su papel es cada vez más relevante.
Personas que, en tanto que seres humanos, se sujetan a las leyes de la vida y
de la muerte e ignoran su popularidad. Son personas que han batallado contra
una grave enfermedad y que, por fortuna, la vencieron. Personas que, en la
medida que son representativas de una colectividad, extienden su actitud
ejemplarizante hacia el colectivo al que se someten mientras que su actitud
remite al pequeño desconocido que, como él, tuvo que enfrentarse a la
enfermedad, sin obviar que, pese a todo, no pudo olvidar la arbitrariedad de
la alea.
Este texto, sin embargo,
más allá de lo que se ha podido exponer, pretende insuflar optimismo hacia tan
cruel enfermedad y, ante todo, hacer una apología del sustantivo que la nombra;
esto es llamar Cáncer a aquello que lo es, sin más ni menos -ni subterfugios
fatuos de la palabra que lo define-: Cáncer y nada más.
Por lo dicho con respecto
a la relevante implicación pública y a la normalización del Cáncer, este
artículo se dedica especialmente a Fransesc Vilanova y a Éric Abidal.